jueves, 28 de junio de 2007

A propósito de la carta de Medellín ...

¡Escritores del mundo, uníos!
A propósito de la carta ...
“NOSOTROS HABLANDO MIERDA Y LA GENTE MURIÉNDOSE*"
Por Gustavo Álvarez Gardeazábal
Cronopios**, Diario virtual, Jueves 28 de Junio de 2007
"Cronopios" < cronopios@cable.net.co >, "Ignacio Ramírez" < ignacioramirez@cable.net.co >
* Ponencia leída en el Encuentro de Escritores de Cali, Diciembre 5 del 2004. (La repetimos porque parece escrita ayer) . De: NTC: La difundimos por estimar que de HOY y visionaria.

La vejez me ha ido enseñando que las reuniones de escritores son las más conspicuas opciones para poder decir lo que la gran masa no quiere oír.

El cansancio de haber vivido me ha obligado a concluir que los escritores nos reunimos para ponerle los puntos sobre las íes a los gobernantes enceguecidos que ni siquiera son capaces de recitar las cinco vocales del alfabeto.

La cárcel que me impusieron los dueños del establecimiento, me permite asegurar a voz en cuello que estos conversatorios de escritores son la mejor oportunidad para que quienes todavía creemos en el poder de la escritura hablemos mierda mientras decenas o centenares de compatriotas caen acribillados por las balas, se doblan angustiados por la tortura , se derrumban como las fichas del dominó perseguidos por el hambre o se pudren en las selvas como rehenes o hacinados en celdas malditas como prisioneros políticos.

Los escritores somos unos ilusos del poder de la palabra en un país que no consume ideas pero se atraganta de sangre todos los días y respira odio por todos los poros.

Los escritores somos unas mochilas sin fondo donde solo cabe la más grave y contagiosa enfermedad nacional: el culillo.

Los escritores somos como esos oasis de los ramos de floristería que en vez de agua acumulamos experticias sobre la vida y la muerte, sobre el hambre y la injusticia, sobre el atropello y el sufrimiento y lo máximo que podemos hacer es balbucear aquí unas palabras testimoniales como si hiciéramos el florero con rosas que ya ni espinas tienen.

Los escritores colombianos somos una especie en vías de extinción que apenas si sobrevivimos en el país que más gente matan al año tragándonos las palabras que ya ni en los sepelios nos dejan leer .

Los escritores colombianos somos las llamas titilantes de unas veladoras votivas en la república del Cristo Milagroso de Buga, del Divino Ecce Homo de Ricaurte, de la Virgen de los Sicarios de Sabaneta. Somos una llamita de ilusión en el país que más secuestros tiene por mes y por habitante porque ya ni siquiera nos permiten escribir la noticia para informar sobre esos miserables atropellos.

Los escritores colombianos sobreaguamos en un país donde los libros ya no van debajo del brazo de los estudiantes pero el terror es pan diario, sopa y seco de todos los hogares, y el miedo ha terminado siendo, a falta de comida, el mar que nos inunda por los siete huecos del cuerpo.

Los escritores colombianos escribimos para matar nuestros fantasmas pero no nos damos cuenta que hacemos parte de una sociedad paranoica que no quiere espantarse con lo que escribimos en nuestros libros pero a la que tampoco la conmueve que millones de estómagos se acuesten vacíos todas las noches.

Los escritores colombianos, reunidos aquí o en el Caro y Cuervo ,apeñuscados en la Luis Ángel Arango o haciendo turno detrás de las colas malolientes de los editores ya no somos capaces de romper ni el himen de las mentalidades adolescentes porque la disfunción eréctil de nuestras mentes no nos permite levantar tolda sino en circos como este en donde hoy estamos reunidos.

Los escritores colombianos no hemos sido capaces de escribir la gran novela sobre Pablo Escobar pero tampoco somos capaces de unirnos en una gran jauría para ir a devorarnos las malditas leyes que permiten la violación del más fundamental de los derechos humanos, el de la pertenencia a una tierra, a un estado, y facilitan sinvergüenzonamente la extradición de todos los que nacimos en este país.

Yo, que he escrito novelas que terminaron confundiéndose con la historia de la nación tengo que decir que he perdido el tiempo escribiéndolas, como lo estoy perdiendo hoy aquí diciendo este acumulado de herejías, porque mañana nadie se acordará de ellas y no le interrumpirán el sueño ni a las marmotas que nos gobiernan ni a los remotos televidentes que se tragan las noticias que vomita el régimen.

Perdí el tiempo como escritor porque cuando escribí Cóndores no entierran todos los días o EL ÚLTIMO GAMONAL le conté al país, le esculpí en casi todas las mentes a miles y miles de lectores que resultaba una inmensa estupidez seguirse matando porque los unos eran liberales y los otros conservadores y lo que conseguí fue algo peor : que 35 años después nos sigamos matando porque los unos son guerrilleros y los otros soldados, los unos paramilitares y los otros policías, porque los unos son sicarios y los otros también.

Perdí el tiempo, como lo estamos perdiendo esta tarde aquí porque yo creía que a los escritores nos oían, porque yo creía que a los escritores nos leían, porque yo creía que a este país lo tenían que manejar los que pensaban en su futuro no los ordeñadores de las tetas del Estado.

No seremos más que un circo de insensatos si seguimos creyendo que esta Colombia nos está oyendo, si seguimos creyendo que esta patria nuestra nos está leyendo.

Somos escritores. Por eso estamos hoy aquí perdiendo el tiempo ,reuniéndonos en este pomposo Encuentro de Escritores por los Derechos Humanos para hablar mierda mientras allá afuera, al otro lado de la autopista con que encierran el gigantesco guetto caleño, la gente se muere de hambre, mientras allí no más, a la vuelta de este recinto ,a la gente la están matando.

Somos escritores, no hay la menor duda.
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De NTC ... 269 http://ntcblog.blogspot.com/2007_06_24_archive.html

5.- Artistas e intelectuales redactaron en Medellín una carta por la paz de Colombia
eltiempo.com / tiempoimpreso / edicionimpresa / lecturas 23 de Junio de 2007
http://www.eltiempo.com/tiempoimpreso/edicionimpresa/lecturas/2007-06-23/ARTICULO-WEB-NOTA_INTERIOR-3605315.html

El Festival Internacional de Poesía promovió la reunión de artistas e intelectuales en Medellín. Cerca de un centenar de estuvieron reunidos con ese propósito. Con participación de la comunidad, se hizo este texto, que al cierre ha sido respaldado por 660 mil firmas del país y de otros 59.

LA CARTA y firmas :
VER: http://pazcolombia-arpe.blogspot.com/2007/06/primer-encuentro-nacional.html

Para FIRMAR dirigirse a Fernando Rendón: contralamuerte@hotmail.com

Voz de protesta
¿Tienen poetas, artistas e intelectuales velas en este entierro de Colombia que presenciamos? ¿Elevan su voz de protesta o denuncian en su obra las atrocidades de cada día? A excepción de pocas voces aisladas, el mutismo parece que hiciera presa de ellos. ¿Olvidaron el compromiso que era deber ineludible en los 60s y 70s? Unos se excusan en que no tienen acceso a los medios. Otros, en el principio de García Márquez de que el único deber revolucionario de un escritor es escribir bien. A otros los silencia el 'culillo'.
Mientras se expande por todo el territorio una cultura de la muerte, si es que puede nombrarse así sin asesinar la cultura. Ante esta situación, el Festival de Poesía de Medellín, que el año pasado recibió el Nobel Alternativo de Paz, convocó a un Encuentro de Intelectuales por la Paz de Colombia. Luego de 3 días de lecturas y de foros con participación popular, se emitió esta Carta. A las firmas iniciales se han sumado muchas de todas las regiones del país y del exterior. Si es inútil combatir la violencia con violines, con cuadros o con poemas, que sea la palabra indignada la que testimonie ante el mundo el terror que vivimos. JMA
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LOS NUEVOS PROMETEOS
Un documento que calla los crímenes del sueño revolucionario.
Eduardo Escobar
eleonescobar@hotmail.com
eltiempo.com / tiempoimpreso / edicionimpresa / opinión Junio 26 de 2007
http://www.eltiempo.com/tiempoimpreso/edicionimpresa/opinion/2007-06-26/ARTICULO-WEB-NOTA_INTERIOR-3611523.html

En Lecturas del sábado, EL TIEMPO publicó un manifiesto por la paz emitido por un grupo de intelectuales colombianos con la ilusión de pertenecerse en la ficción política que algunos llaman con muchas ínfulas: la izquierda. El documento ofrece una conciencia sesgada de las cosas. Y una opinión exagerada de sí mismos. En el tono desolado de la tradición de los manifiestos de artistas del tercer mundo, la carta evoca los profetas del Viejo Testamento. Comienza declarando que están indignados y dolidos. Como si eso sirviera de consuelo, esperanza o motivo de orgullo.

Esos mismos intelectuales en ejercicio de su capacidad olímpica para señalar a los culpables de los males del país y proponer acciones de Estado no son inocentes de los daños que denuncian con acritud. En el drama de ascos y mentiras que vivimos, ellos también están en mora de ofrecer su propia versión libre ante el tribunal de la Historia. Y de emprender la autocrítica con humildad. Olvidan que a veces justificaron el horror que los espanta. Y si son incapaces de asumir su parte de responsabilidad en la infamia de los cementerios clandestinos contra los cuales claman es porque renunciaron a la función crítica del pensamiento y se condenan a la inmovilidad.

Muchos firmantes del mensaje, y yo también, caímos hace años en la trampa de los comisarios de Lunacharski, el director de la cultura proletaria que marchitó el arte ruso, condenó sus mejores artistas al suicidio, la cárcel o el ostracismo, y redujo la poesía a simple vehículo de propaganda de la iglesia del odio universal. La revolución produjo fenómenos extraordinarios como Maiakovski. Pero Maiakovski acabó por pegarse un tiro dejando una frase memorable como expresión de la derrota de la poesía ante el terror estatal: la barca del amor se ha roto contra la vida cotidiana.

Para el resto de la historia sirven las mismas palabras del manifiesto: desplazamientos, juicios sumarios, desapariciones, campos de prisioneros. La mentira policíaca convertida en una Utopía a la cual muchos aportamos ceguera y pasión, convertidos en apéndices del proyecto imperial cuyo Vaticano era el Kremlin.

Contagiados por el clima de los tiempos ignoramos en el espíritu bolchevique el elemento místico, su confianza desmedida en la acción, y nos dejamos avasallar por su fe sombría. Permaneciendo en la esfera del romanticismo burgués que dijimos repudiar exaltamos en poemas, sainetes y aguafuertes la guerra, en la figura de algún ídolo del santoral rojo: Ho Chi Min, el Che. Y como el manifiesto, condenamos unas violencias justificando otras con omisiones sigilosas y las razones irritadas de un humanismo asesino.

El documento calla los crímenes del sueño revolucionario. No pide la libertad de los secuestrados en los campos de concentración de la selva. Y hace pesar sobre el futuro una vieja retórica que prolonga y agrava una situación deplorable.

La causa es justa y noble. Pero el examen de conciencia, la contrición, la confesión de boca y el propósito de enmienda son reemplazados en el mensaje por un discurso desvalorizado. Ya deberíamos saber que el papel del artista es mucho más modesto y trágico ante las instancias de los poderes de cualquier clase.

El presentador de la carta se acuerda de Sartre. Sartre con toda su grandeza moral es hoy un paradigma cansado. Su tránsito del existencialismo juvenil inducido por la mescalina al maoísmo de senectud intoxicado con coridrina revela las inconsistencias del pensamiento revolucionario del siglo veinte y su inutilidad última. Sartre es un querido figurón en el museo fantasioso de la filosofía occidental.

Chateaubriand recuerda en sus Memorias una iglesia en Praga y una mujer. Esta canta con acento que le hizo volver la cabeza. Pero a la eucaristía se cubrió el rostro con las manos y no pasó al comulgatorio. ¿Qué vergüenzas cargaba esa mujer?
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JUVENTUD DIVINO TESORO ...
Eduardo Escobar, Eduardo Zalamea, Juan Manuel Roca, Jotamario y Darío Lemos

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